Desde que era muy joven, la bicicleta ha formado parte de mi vida cotidiana. Ciclismo en todas sus formas: bici-escuela, bici-trabajo, bici-alforja, bici-montaña....
Como amante de los grandes espacios y de la montaña, la bicicleta de montaña se convirtió en una elección obvia en cuanto me mudé al corazón de los Alpes. Descubrir nuevos horizontes, dejarse deslizar (¡o babear!) hacia la cima, ser uno con los elementos, divertirse y mejorar constantemente la conducción, experimentar una sana fatiga tras un gran día (o varios) de pedaleo y, sobre todo, poder compartir estas emociones con otros apasionados... Para mí, ¡eso es lo bonito de la bicicleta de montaña!
Cuando no estoy en el sillín, estoy encantado de transmitir mi pasión para ayudarle a sacar el máximo partido de sus planes de viaje.